Una vez más la
muerte se adueñó y arrebato de los míos una vida, mucho nos duele cuando la
vemos partir, contenta y con saña, plena por la victoria obtenida, sabiendo que
no tenemos el poder de arrebatar su presa, segura que su éxito siempre es
definitivo, esta vez se aprehendió de una vida joven, una vida llena de
felicidad, un niño que dentro de su existencia tenía la seguridad de ser amado,
cuidado y hasta mimado por sus familiares, por sus amigos y por aquellos que
aun cuando no lo intimaron sentían la necesidad de resguardarlo. Se nos fue Edianiel,
el niño malcriado y hasta ocurrente que fue, dejó que Parca lo engañara con sus
bribonadas, pero……. que esperar de alguien a quien la ingenuidad y la confianza
siempre lo acompañaron....qué esperar de quien siempre jugó con la esperanza,
haciéndole guiños a la vida y sonriendo a cada paso, sabiéndose protegido por
los suyos…..cómo saber que la compañía que lo aguardaba tiene sus mañas y entrenamiento
para jugar con las vidas, a su antojo y con ventajas. No imaginó nuestro niño
que existen juegos y compañías peligrosas, llenos de riesgos, que es mejor ni
jugarlos ni acompañarlas.
Lo vimos partir
agasajado, con una sonrisa entre sombras y con dudas pero seguro, tal vez pensó
que era uno de sus tantos viajes por la vida, quizás pensó que sería uno de
esos dónde sólo iría a la playa acompañado de la gracia de sus más allegadas
amistades, lo vimos partir sin la preocupación por los que dejaba, lo vimos
partir sin tomar en cuenta la tristeza, la ausencia, la desolación y las muchas
lágrimas que dejaría su partida. Lo que nunca imaginó la muerte es que en su
andar, liberaba un ángel, partió vestido de rey, morado el camino, sin llagas,
sin espantos, sin miedo a la muerte, partió entre la savia del cundiamor, el
retoque del tambor, partió nuestro niño agrandando su luz para convertirse en
el faro de muchos, hoy nuestro Edianiel boga por lugares para él desconocidos
pero muy seguros, hoy disfruta de esa libertad plena que nos otorga la
liberación del alma, su sendero es de olor a azucenas, cubierto de mirtos y
hierba buena, no estamos contentos, sentimos su partida, nos hemos quedado con
su recuerdo con la esencia de su corta existencia, pero eso sí, seguros en que
se convertirá en nuestro guía, en el lazarillo de nuestra existencia, en el guardián de los suyos, creció de una
vez, fue empujado a menesteres mayores y estoy seguro que lo hará con grandes
resultados.
Lo repito, no
imaginó la muerte que liberaría a un ángel, pero tampoco tomó en cuenta que con
su proceder acentuaría a un Titán, se creció como en muchas ocasiones, se
creció como solo él lo sabe hacer, Yonney es horcón, sostén, es ese guía que
con sólo pensar todos siguen y se esperanzan, Awobilé nunca he dudado de tu
capacidad, desde que te conocí (más de 16 años ya) supe que serias grande, supe que serias rey,
no me arrepiento ni un instante de respetarte, seguirte, ayudarte y quererte,
en esta mala jugada de la vida, sintió como la muerte con su daga le tocaba el
corazón, pero no le entregó ni una lágrima de ruego, la enfrentó con la
estrategia de la melancolía expresada en ignorancia, se ocupó como sabe de los
suyos, estuvo al tanto, ordenó, decidió pero no flaqueó, como Quijote seguro
alzó su adarga al hombro, colocó su fuerza en ristre y cabalgó desafiando
la tristeza, el llanto, la soledad y la
lejanía, ¡como brillaste hermano!, qué lección de serenidad dentro del
torbellino grande en el cual estabas, cuanta firmeza cuando el destino te tejía
una y otra vez una red llena de desesperanza, cuanto linaje para enfrentar a
quien te obligaba a desfallecer, la muerte tiene que haberse sentido pequeña, ridícula,
sin fuerzas, se enfrentó a un titán, que rodeado de los suyos la enfrentó sin
miramientos, gracias amigo, hermano, solo quisiera darte un humilde consejo…….
pido a nuestro quijote tome un descanso en el camino y que se permita un tiempo
para desahogar tanta pena, mucho has perdido, pero más has ganado, te has
convertido a mis ojos y los de muchos en ejemplo, no lo dudes LA MUERTE LIBERÓ UN ÁNGEL Y ACENTUÓ UN
TITÁN.
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